sábado, 30 de agosto de 2008

Jazz

El auditorio Dai Hall estaba lleno de gente antes de ser las siete y media de la noche. La mayoría eran japoneses o peruanos de familias japonesas, no era extraño: el Centro Cultural Peruano - Japonés brindaba un concierto de jazz gratuito. Ahora es normal que muchas instituciones ofrezcan eventos sin costo alguno o a bajos precios.

Una exposición de arte por el pasillo distrae al público antes de ingresar. Luego, un señor, aproximadamente de cuarenta años y vestido con un terno negro, sostenía los folletos con el programa de la noche, los ofrecía en la entrada del auditorio: "Buenas noches, veamos…", el anfitrión buscaba con su mirada asientos para una pareja joven. Se expresaba tímidamente y su voz pasiva no le ayudaba a poner orden en la sala.

Después de unos diez minutos de tolerancia, las luces amarillas tenues del auditorio se apagaron e ingresaron al escenario cuatro muchachos de apariencia relajada. Su ropa casual y cómoda los dibujaba como jóvenes que recién comenzaban a afrontar sus retos: eran los músicos, recibidos por un coro de manos aplaudiendo.

Softly, as in a morning sunrise es una melodía suave, la mayoría lo toca acompañado de un saxofón; en Youtube se encuentran videos donde cada conjunto se luce con él. Sin embargo, los grupos modernos han incursionado con otros instrumentos. En este caso, Kenji Kajitani reemplazaba el saxofón bailando con la guitarra eléctrica, que es de un color rojo oscuro que brilla gracias a los reflectores. El japonés que actualmente reside en Cusco, danzaba a su manera con el instrumento, su cuerpo lánguido se unía con la guitarra en cada tonada.

"Gracias… al Centro Cultural Peruano Japonés… a todos por venir…", se esforzaba por hablar bien el castellano para que sea entendido por el público. Kajitani saludó y presentó a los músicos: "Alonso Acosta en piano… –aplausos orgullosos– …Joscha Oetz en contrabajo… –aplausos cordiales– …Alex Sarrin batería –de nuevo aplausos con orgullo– … y yo", risas y finalmente aplausos del público.

Para los siguientes temas, Alonso Acosta había cambiado el piano por el vibráfono. Acosta se dedica a la música jazz y a la música contemporánea, como lo indica el folleto del programa. Coge las baquetas de diferentes tamaños, dos en cada mano y toca con delicadeza y a la vez con rapidez y precisión. El instrumento obtenía fuerza hasta convertirse en protagonista de la melodía.

La gente aplaudía cada vez que tenía la oportunidad, los felicitaban por la combinación de notas y el entusiasmo que expresaban los rostros de los músicos. Aunque esos aplausos interrumpían, impidiendo escuchar totalmente el concierto.

Josha Oetz es director del Jazz House Perú y muchos alumnos son bendecidos con sus clases de música en los colegios Humbolt y Markham. Se encontraba atrás de Kajina, al centro, entre Acosta y Alex Sarrin. El escenario azul y las luces daban la sensación de que flotaba. Sus dedos se entrelazaban sentimentalmente con el contrabajo que trajo cargado al comienzo del concierto. De la madera reluciente rebotaban rayos de luz dándole elegancia a la imagen. No se percataba del fenómeno que producía con su pasión, el sólo tenía oído a la música.

La batería dedicaba el toque de relajamiento a la música. Los platillos participaban en los silencios y estallaban en sus solos, transformando la tranquilidad en una explosión de golpes artísticos. Alex Sarrin, desde los cuatro años, siente el ritmo en sus brazos y piernas. Dejó impresionado a los invitados y a su compatriota. Los tres se convirtieron en espectadores al apreciar el solo que realizó Sarrin, hasta darse cuenta que debían seguir la función.

La gente quería bailar con Cold Duck time, uno de los temas más movidos de la noche, cada uno de los músicos se desenvolvió entre gritos de emoción del público, y en conjunto la música alegraba. Los flashes de las cámaras digitales no molestaban, muchos cerraban los ojos para concentrarse en las melodías y dejar de preguntarse, leyendo en su folleto, qué tiene que ver un pato frío. "¡Uohhhh!", se escuchó al terminar. Más aplausos de admiración.

"Antes… quiero agradecer al Centro Cultural Peruano Japonés, a estos músicos excepcionales que he tocado con ellos… también… a agencias de viaje, si quieren planear sus vacaciones ya saben", decía despacio y pausado el guitarrista japonés. Hasta sus acompañantes en el escenario se reían junto a la audiencia. Ya estaba por terminar el concierto.

Windows fue el último tema que tocaron. Entre ellos acordaron tocar uno más como extra, algo de blues. La gente que se levantaba regresaron, las luces del auditorio aún no se prendían y ellos comenzaron de nuevo el viaje. Era una despedida y agradecimiento por asistir. Finalizó el concierto. Se encendieron las luces. Se cerró el telón y los músicos antes se habían dado la mano, fue un trabajo impecable. Tenían los ojos rojos y sonrisas grandes.

El jazz no es tan escuchado como otros géneros, sin embargo, entre el público se comentaban es la primera vez que asisto a un concierto de jazz. Otros, ya conocedores, comentaban con compañeros, explicándoles sobre cada canción que se tocó. En grupo, salían del auditorio: señoras de edad, jóvenes, adultos. Eran personas de diferente condición social, de raza, género y edad. Pero todos tenían el mismo disfrute hacia el jazz.

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