sábado, 30 de enero de 2010

¡Habla bien!

¡Uuuuuhhh…! ¡Qué emoción! Un pasajero está discutiendo con el cobrador, tengo algo para escribir en mi blog.

- O sea, si yo… pero tú, cinco soles. – El pasajero lucha por su derecho

- Que… dos soles… la molina, pe. El cobrador tiene el poder dentro de la combi.

- Cinco soles, entonces, ¿si te doy, cobras? – No se deja vencer el pasajero

- Ya mano, la molina, pe. – Habla con gran seguridad el cobrador.

- Cinco soles…

- La molina, pe…

- ¿Qué dicen? – Yo, sin entender ninguna palabra que escupieron de sus bocas.

Y para matarla:

Es que no hablan catellao, pe – dice otro cobrador, en otra combi, otro día, cuando unos extranjeros le preguntaron dónde quedaba el Museo de la Nación.





sábado, 9 de enero de 2010

El último Santa Isabel


No sé si sea el último Santa Isabel que había en todo el Perú, pero para mí lo fue.

Lo “descubrí” cuando iba a la universidad. El pobre supermercado estaba abandonado y sucio, pero quedaba el logo que reclamaba un territorio. Ahora, es metro quien tiene estas tierras dominadas por su poder. Se siente como si te quitaran la infancia. Es una exageración fundamentada.

Y tocando el tema de la universidad, el ciclo pasado actué en un cortometraje, por primera vez fui directora en otro, y me quede hasta el día siguiente con Rosa editando el suyo.

Al terminar el trabajo en casa de Rosa, en el carro de regreso a mi casa, me caía de sueño literalmente, el chico de mi lado tal vez pensó que estaba borracha o me iba a desmayar que me ofreció un asiento que se había desocupado.

En casa, en vez de descansar bien, fui a la computadora a jugar. Ahora que hay vacaciones, se debe aprovechar los ratos libres. Y ese mismo día tenía que ir a la universidad para la proyección de los cortometrajes del curso.

En el viaje a micro, me di con la sorpresa que el último Santa Isabel que estaba por la misma avenida que el Cultural Peruano Japonés, por donde queda el Bausate y Meza al cual yo postule e ingresé, y donde he caminado bastante luego de divertirme con mis amigos en Arenales. El último Santa Isabel que yo veía siempre y quise alguna vez escribir algo bueno sobre eso, se había convertido en Metro.