domingo, 26 de abril de 2009

Ojos discriminadores



La niña, como la describirían muchos: pequeña burguesa, futura derechista o feminista afrancesada; está sentada correctamente. Espera junto con su familia los pedidos que han hecho en un restaurante especializados en comidas arequipeñas, es un domingo familiar.

Hermoso ángel del Señor, recibe las miradas coquetas e ingenuas de un chico que está allá afuerita del local, con sus demás hermanitos, penita dan, tocando canciones lastimeras, recordando al provinciano trabajador y a la madre muerta.

La damita de carne blanca y pálida debe aguantar, según ella, esos ojos negros envueltos en piel tostada por el sol durante las mañanas, tanto de Lima como una vez lo fue en la sierra, en su pueblo natal, entre ríos celestes y cabañitas sencillitas, imaginamos nosotros.

La familia ahora come. Fueron impacientes con el servicio del restaurante y están emocionados educadamente al tragar las delicias que el pobre muchacho, allá afuera las ha visto solo por televisión. Y sigue mirando, qué horror, sigue mirando a la menor de esa familia.

De repente la vista de la niña se engríe con otros ojos de color caramelo y las mismas características de un principito azul, es una telenovela, un joven sin preocupaciones por desarrollar el cerebro, sino el físico, la apariencia y la actitud para persuadir. La niña dulce y querida coquetea con esa mirada, según ella y de otras opiniones, mirada de su nivel, de su altura, de su misma clase de ignorancia.

Discrimina. DISCRIMINADORA. Niña mala, niña racista, niña convenida, futuro de esta sociedad atorada de imágenes vacías. Se hundirá junto a esas personas que no traspasan el tiempo a cambio de vivir ricamente. Y sabe muy en el fondo que morirá llena de nietos, gorda y en un colchón repleto de zapatos.



sábado, 11 de abril de 2009

El secreto de mamá

Olvídense del Ajinomoto, disque hecho de huesos de animales. Tampoco es el tuco que se puede utilizar como tinte para ropa. Menos son los cubitos Maggi que le dan sazón a la comida peruana.

Chocolate Winter se quedó en los tiempos de mi abuela. Sibarita, condimentos Carmencita y concentrado de pollos, carnes y cerdo, y la novedad en pescados: no. ¡No es ninguno de esos polvos mágicos que según una chiquita podemos echarle a la leche y quedará rico!

No.

- ¡Mamá, le estás echando kétchup a la sopa!

- Sí, sabe bien.







martes, 7 de abril de 2009

Zapatillas comunistas


Comienzan las clases. Tomar el carro. Una hora y tanto de viaje. No hay asiento. Quiero asiento. Un tipo baja por Javier Prado, una de los tantos paraderos. Tantos. «Hay asiento, señorita», qué amable el conductor. Qué raro. Me acerco. Me acerco. Me acerco y… esas zapatillas las conozco: una chica al lado del asiento vacío, medio dormida, medio cansada. Es una enfermera, traje celeste y zapatillas llamativas, las mismas zapatillas que yo me compré, el mismo modelo, una de las tantas que se venden. Escondo mis pies, escondo la vergüenza de tener estas zapatillas.

No, no hay que intimidarse por estas coincidencias.

Pero las mías son viejas, con pasadores diferentes, parchadas y más rangers que otras.

No son iguales. Y nadie diga lo contrario.