domingo, 19 de julio de 2009

¡Chibolo por siempre!

Estos últimos días han sido grabaciones en diferentes lugares, y en muchos hemos trabajado con niños.

Paciencia me sobra ya que mi destino fue ser niñera voluntaria, y a veces por obligación, de mis tres primos. Pero algunos de mis compañeros desearían correr cuando llegan mocosos traviesos, inquietos y antipáticos.

Al niño, uno de los actores en nuestro cortometraje y que a nadie le caía bien, le tuvimos que comprar comida en Primavera Park Plaza y se comió toda la pizza personal. Quería quitarle pero no soy abusiva.

Es que con niños es otro mundo, aparte de que uno teme en malograrle el cerebro con alguna frase ofensiva: “conchasumadre, no hice el trabajo de mierda, y mi broder, puta, mi broder me va a cagar, porque no lo voy a acompañar hacer sus huevadas”.

Pero también hay otra clase de niños que viven rutina de adulto frustrado: hace varias semanas atrás, subió un niño de nueve años aproximadamente que vendía chocolates de Nestlé. Me llamó la atención dos cosas: era mediodía, ¿no estudia?; y que estuviera usando el uniforme de trabajo de la fábrica. ¿Acaso Nestlé no puede darse un tiempito para controlar cosas como éstas? Porque de esa manera promociona el trabajo infantil.

Tal vez ese niño llegue a ser como la gente renegona que me tocó soportar en una combi por la avenida Arequipa. Todos inventaban, como nunca, una excusa para gritarle al cobrador, y éste junto al chofer para fastidiar a los pasajeros.

Contemplando la selva que se armó dentro del carro, me di cuenta que la gente, especialmente las mujeres, no sabe entender que paradero no es cualquier esquina, sino donde hay un letrerito de color azul que dice “paradero”.

Por eso, llego a la conclusión que hay días en que desearía ser chibola, o chibolo por siempre, sin preocuparme de nada, ni siquiera de la hora que es y comer chocolate sin saber que trabajo para ellos.








miércoles, 1 de julio de 2009

Ultraviolento

No había carros.

«¿En serio? ¿No están exagerando con esto?», una amiga me preguntaba por Messenger.

No había carros.

Así se completó un fin de semana largo. Por una parte: qué chévere, descansar. Y por otra: no, me voy atrasar en las clases, no.

El viernes no lo cuento tanto porque a mi grupo de trabajo se le ocurrió hacer una reunión a las siete y media de la noche en algún rincón de Pueblo Libre. Luego de comer pancitos vegetarianos ricos, llegue a mi casa a la medianoche.

El sábado estaba planeado ir a una fiesta. Varios nos reunimos con el cumpleañero para que nos llevara a su casa en Ate. El trayecto en carro no me pareció tan largo, debe ser porque ya estoy acostumbrada - casi todos los días voy de la avenida Aviación a la avenida Universitaria. Al contrario, me pareció divertido más que nada cuando alguien preguntaba ¿ya llegamos? y el festejado contestaba de una forma burlona: «cuando veas vacas… ».

Y como regalo para mi amigo, el distrito tuvo un apagón a las cinco de la mañana. La fiesta se acabó y nos vimos obligados a descansar: sin música y con una vela encendida en el medio de la sala.

El domingo cada vez que me echaba en alguna cama de mi casa, me quedaba jato.

El lunes fue feriado. Como no tenía ganas de reunirme personalmente con mi grupo, propuse hacer las tareas por internet. Sí funcionó, aparte que éramos cuatro gatos (miau).

El martes me sentía impotente por no poder ir a mis clases de la universidad, incluso mi enamorado no me podía visitar. Así que aproveché el día para avanzar con más tareas pendientes.

Por la noche, fui al cine en familia. La película comenzaba a las once, era la última función. ¿Será por eso que nos hicieron esperar un montón? Cuando finalmente abrieron la sala, un tipo alterado les dijo no sé qué a los encargados por la demora, lo peor fue que hizo más larga la espera. Para colmo, los avances de otras películas ya estaban pasando en la pantalla. Igual entramos tarde.

Es que me gusta ver los trailers, pues.

Ahora ya estoy relajada: bailé mucho en la fiesta y me gustó ver Transformers: Revenge of the Fallen.

Y pregunto: ¿alguien se atrevería a entrar a un hostal cuyo nombre es Habla, barrio?