domingo, 15 de agosto de 2010

La falda versus la anciana

Esc. 1 Int. – Un micro – Tarde

Dos chicas están sentadas cerca de la puerta del micro, el cual se está llenando de pasajeros poco a poco. Las dos chicas conversan emocionadas.

CHICA 1

Y bueno, lo llamé varias veces, alucina.

CHICA 2

Ay, no, pero debes hacerte la difícil, amiga…

El micro recoge pasajeros y entre ellos sube una mujer anciana.

COBRADOR

Asiento para la señora, por favor, un asiento.

CHICA 1

Pero ahora que lo veamos, no sé si saludarlo…

CHICA 2

No lo saludes. Cuando te vea, que él se acerque. Es obvio.

La mujer anciana sigue parada tratando de no caer ante las frenadas y aceleradas del chofer del micro.

COBRADOR

(Mirando a las chicas sentadas)

Asiento para señora, por favor.

Otra chica, sentada por atrás del micro, hace una señal entre los pasajeros apretados e incómodos para que la mujer anciana se siente allí. Lo logra.

COBRADOR

(A las chicas)

¿Por qué no dan asiento?

Las chicas miran con desprecio al cobrador.

CHICA 1

(Indignada)

¡Ay, pero cómo me voy a parar, no ves que estoy con minifalda!

CHICA 2

(Más indignada aún)

¡Claro! ¿Qué te pasa?

COBRADOR

¡Entonces para que te pones minifalda, pues!

CHICA 1

¡Ay, quiero ponerme pues, pero no voy a estar parada, todos me ven!

Las chicas sentadas con minifaldas siguieron hablando estupideces.



martes, 27 de julio de 2010

Tecnológicamente infantil

El fin de semana pasado estuve en la casa de mi abuela y todos mis primitos llegaron de visita y claro, los mayores de ese grupo ya no juegan a las escondidas y tampoco se acuerdan del play, ahora se encierran en el cuarto de la computadora y me preguntan curiosidades de los blogs.

En los tiempos del hi5, en una de las tantas versiones del msn, había una aplicación parecida a un blog: my space, que aún existe pero no tiene mucha acogida. Entre mis amigos del colegio estaba de moda y lo usábamos para todo, es decir, era un Facebook, un Blogger, un Flickr y un Twitter, todo a la vez. Mi propio my space estaba lleno de fotos muy poseras y también escribía historias allí. O sea, digamos que las historias del mapache tienen sus antepasados, ja.

¿Qué escribía? Cada semana publicada un capítulo de una historia futurista. No quiero decir el título de la historia y tampoco contar de qué trataba, y no creo que alguien de mi promoción se acuerde de esos textos. Ahora está guardado bajo siete, ocho… mil llaves. Y sí, la gente de mi clase lo leía y algunos me preguntaban cuándo terminaría de escribirla. Incluso en las entradas publicaba el capítulo con dibujos que hacía en Paint y los retocaba primitivamente en Photoshop.

“¿Y qué puedo poner en mi blog, prima?”, “No sé, ¿qué cosas te gustan?”. Ellos se quedan pensando. El primer día se pelearon porque uno decía que el otro se copió de los videos musicales que subió a su blog. El segundo día fue la imagen principal de la página: todos piensan igual. Y el tercer día, encontraron una página Web de juegos on line con opciones para publicarlos en Blogger. Ahora, juego interesante que encuentran es una discusión de más de media hora incluyendo indirectas e insultos, todo porque uno sentenciaba la situación con la frase “yo lo voy a poner primero en mi blog”.

Los mayores de la familia tenían sus dudas cuando estos primitos comenzaron a conocer el Internet, y creo en que parte tengo culpa: un día comencé a jugar en el Facebook y me hicieron la pregunta que abre muchas puertas: “¿Qué es eso, prima?”. Y sí, confieso que yo les enseñé a crearse una cuenta y a jugar viciosamente.

Finalmente, mis primos le hicieron clic a mi blog, porque obvio, ellos me tienen agregada al msn. “Asu, qué chévere, yo también quiero”. Por mí normal en verdad, hasta me siento orgullosa que estén en este mundillo, pero eso sí, mis primitos son muy viciosos, y no les regaño por eso, ya que viene de familia.



jueves, 22 de julio de 2010

Historias pasadas (I)

Esta es una recopilación de las historias que me sucedieron durante el mes de Julio por que hasta ahora, y en este momento, si que es nadie me descubre en la computadora, las puedo escribir y publicar.

El viernes de la batida

Me escapé de la reunión de guión en la universidad porque hay nuevos integrantes, nueva historia, todo para rehacer de nuevo y eso me aburrió. En verdad me frustró ver la cara de uno de los chicos del grupo, una sin personalidad.

Había quedado con mi amiga para ir a una presentación en el Cultural de España pero como llegué tarde gracias al tráfico – ahora toda culpa por la impuntualidad de los peruanos se debe al tráfico – no pude ni disfrutar el último tema del grupo, ellos ya estaban desarmando el equipo y la masa de jóvenes, y quienes pretenden ser jóvenes, se iba dispersando. Me encontré con mi amiga y sus amigos. Decidimos caminar hasta el Averno: “¿Caminando?”, “Claro, caminando”, contesté.

Los amigos de mi amiga decían que el Averno estaba lleno y que cobrarían entrada. Entonces, como un rebaño de ovejas, nos sentamos por una callecita entre casonas antiguas y ambulantes vendiendo galletitas y cigarros. Todo estaba tranquilo hasta que llegó otro tipo, pepeadaso: “Oh, no”, decía mi amiga con una expresión de personaje de historieta. Este tipo estaba acompañado por una chica – su trampa – y hablaba estupideces que me daba mucha pena, incluso me hacía recordar cómo alguien tan viejo – y eso parecía, pues – puede ser tan ridículo más que uno mismo y sientes esa gran vergüenza ajena.

Sin embargo, si no fuera por el Pepeado – así nomás lo recuerdo – quien alzó sus manos, las llevó a su cara y dijo: “No, la batida”, las demás ovejitas no se hubieran levantado y comenzarían a escaparse como venados perseguidos por muchos leones hambrientos de moral: la policía. “Corre, corre”, aconsejaban ellos, pero, cómo muchas veces mi papá me habría dicho: “no hagas caso a cualquier tipo que se te cruce en el camino”, yo me levanté y caminaba de lo más calmada junto a otra chica más. Seguí caminando y caminando y un policía con su moto pasó por mi lado, por un momento pensé: “No, no creo…”, y no fue así, ya que paró al lado de un chico del grupo y se lo llevó.

El hermano del chico que se lo llevaron estaba muy preocupado – obvio, es su hermano – y lo acompañamos donde estaba el grupo de policías y la camioneta con las víctimas. “En serio, es mi hermano, yo se lo puedo comprobar, estudia teatro…”, “Ya, hijito, entonces también suban y acompáñenlo…”, “¿Suban y acompáñenlo?”, esa policía nos estaba metiendo a todos en el mismo costal, por qué tendría que ir yo, no vale. El hermano sí fue, el resto se quedó y mientras se alejaba la camioneta rumbo a la comisaría, el hermano decía: “En el Averno, nos encontramos en el Averno”. Fue una escena de ciencia ficción, me hizo acordar a la Guerra de los mundos.

Yo me fui a tomar mi carro, mi amiga estaba con su chico en otro mundo y la batida malogró la reunión. Y se preguntarán que fue del Pepeado, pues no, nunca lo agarraron, ni bien vio a los policías en la esquina, corrió como el ridículo que es.




viernes, 2 de julio de 2010

El mismo sabor

Un tío llegó a Perú después de años. Cada vez que nos visita, pienso yo, encuentra algo diferente: “tú has crecido, estás pálido, ¿y tú, quién eres?”.

La última vez que vino, no había un televisor tan grande como para ver bien el mundial - ahora él sí puede apoyar a un equipo con mucha confianza - . Y la comida ¿tendrá el mismo sabor? Y si leyera los periódico, seguro se sorprendería que ahora hasta el pollo a la brasa tiene un día especial.

Le sería incómodo, pero muy incómodo viajar en micro para llegar a mi casa un viernes por la tarde. Para mí, personalmente, el tráfico va empeorando cada año que pasa. Y mi tío estaría extrañado pero un poco feliz por todo el caos que provoca las construcciones del famoso tren eléctrico en la avenida Aviación.

En cambio, si viera un poco de tele no se sentiría un extraterrestre porque la televisión peruana nunca ha cambiado. No celebren, eso es malo.

Las calles siguen siendo las mismas, uno nunca se olvida cómo llegar al Centro de Lima, todavía sigue ese puesto de chicharrones en el mercado San Antonio y la Inca Kola la sigue viendo amarilla. Y es raro, el dejo no le ha marcado tanto, tanto, tanto… pero si ya dejó de “cantar” como nosotros al hablar normalmente.

Cuando vi a mi tío sentí nostalgia. Yo nunca he estado fuera de Perú por mucho tiempo, pero acordándome todo lo que hay y todo lo que me permite hacer - lamentablemente se permite hacer muchas injusticias pero, por favor, obviemos la piratería para no quedar mal, aunque la piratería cultural es un pecado perdonable, aunque es un tema muy delicado - sentí que me gusta mucho el Perú y eso que solo vivo en Lima.



¡Que mueran los asesinos de la ilusión!

jueves, 24 de junio de 2010

La esencia de la felicidad

El mundial latinoamericano.

Todas las mañanas me levanto y lo primero que escucho es a los malos comentaristas del canal nueve quedarse sorprendidos por el decepcionante rendimiento de los europeos, principalmente de Italia, cuyo equipo le dio pena a mi mamá porque “uno estaba llorando y el otro lo abrazaba”.

Por mi parte, me he estado cambiando de camiseta a cada rato, pero eso es lo de menos. Ahora espero un buen partido el domingo entre México y Argentina. Mi papá opina lo mismo y él está contento porque el mundial es latinoamericano.

La huelga.

“Seguro todos me tienen miedo porque tengo cara de terruco”, es el chiste del mes.

Un día después que comenzó la toma de mi facultad, justo había cambiado: iba a convertirme en una estudiante responsable, llegaría a la universidad, ingresaría a la biblioteca de Letras y de allí nadie me movía hasta cumplir muchas horas de investigación. Pero no fue así.

Si quieren enterarse bien, no lean El Comercio, menos escuchen a Alan García y no se distraigan con las nuevas cortinas de humo como el proyecto de Belmont y sus obscenidades en la televisión.

Y sí, la mala administración y la corrupción en San Marcos no son el gran descubrimiento del grupo de investigación especializado de cualquier medio. Este caos ya existía cuando ingresé en el 2006.

Invierno.

Oficialmente, ya comenzó el invierno, mi época favorita del año.

Qué importa todo lo anterior, si encuentras tu esencia, es suficiente para estar feliz.





Soy Sanmarquino y estoy EN CONTRA del terrorismo

viernes, 11 de junio de 2010

El cabello crece

(Como le dijo una vez Sabrina a Jenny: "Ya crecerá")

Mi cabello está corto. ¡Ya lo sé!

Entonces, ¿cuál es el problema? Ninguno, simplemente recordé todas las veces que iba a la peluquería y nunca, hasta ahora, he encontrado a la persona que me haya dejado COMO YO QUERÍA.

Por ejemplo, no volveré a pasar por uno de los parquesitos cerca de la universidad, donde, buscando y buscando un sitio donde cambiaran mi look, me topé con una señora que se enganchaba con las novelas mientras hacía su trabajo. Y mi temor creció cuando vio mi cabello y dijo emocionada: “Ay, ya sé que te voy hacer, déjamelo a mí nomás”.

En ese tiempo andaba con mi trenza rastita y tenía enamorado. La señora era extraña o seguro estaba muy amarrada a la época antigua, ya que me preguntaba si él, el enamorado, me dio permiso de cortarme el cabello, si es que no se molestaba o que de él fue la idea. “No, simplemente, quiero cortarme el cabello”, le dije.

A quien sí extraño bastante, pero no por eso le doy todo el mérito, fue a una chica linda allá por los años en que vivía en San Martín. Esa joven sí que fue un antes y después en mi vida femenina: durante el colegio, mi cabello era un desastre, peor que Gloria Trevi cantando pelo suelto; el mío era esponjoso, sin forma y cuando era golpeado por el viento, el peine tenía arduo trabajo incluido horas extras.

Pero esa joven me enseñó lo que es degrafilado y degrade, y gracias a esas dos técnicas, me despedí del cabello esponjoso. Ahora, cada vez que voy a la peluquería de frente digo: me haces este corte pero con degrafilado y degrade.

No falta tampoco cuando las amigas de tu mamá les encantan maquillar, teñir y claro, masacrar cabellos ya sea de la abuelita, la tía, la sobrina, el hijo o el marido. A mí, desde pequeña me hacían cortes tipo señorita robot, no me quería mover mucho porque evitaba despeinarme. Y lo que más recuerdo de esas reuniones, es a la hija de la amiga de mi mamá cortándome mi trenza por la mitad, luego hacer unos retoques para terminar el corte de cabello.

Pero, ya que va, el cabello crece ¿no? Y sí un día me animo en pelarme o teñirme de verde, la gracia es que el cabello nunca queda así para siempre, menos mal.

"Sabrina a través del espejo"




viernes, 4 de junio de 2010

He vuelto a las andadas

Todo el tiempo que estuve ausente era porque tenía miedo de escribir quejas sobre mi trabajo, y a eso no quería llegar con mi blog. Pero, como se dice una cosa y se hace otra normalmente, escribiré un poco de ello.

Es triste e irónico cuando estás en un lugar donde cada día te exigen más y más, olvidándote de tus verdaderas metas, y es en ese punto en qué piensas y dices: “¿Y si renuncio? Pero tengo mucho por dar todavía”. Más me pegas, más te quiero.
No me gustaba quedarme más horas de lo debido, incluso una vez me hicieron faltar a mi taller de Dramaturgia. “¿Qué es eso?”, me preguntó uno de los practicantes ese día. ¿No sabes qué es dramaturgia? ¿No sabes qué es Dramaturgia y así te atreves a estudiar Comunicación?

Aprendí a locutar un poco, a escribir más rápido, a ser más fresca y sinvergüenza, a callar la boca cuando tenía que hacerlo, no confiar tanto en él o en ella, a no almorzar, a ver televisión basura – eso es lo que más extraño - , a editar en tiempo récord, levantar noticias, exagerar algunas situaciones, minimizar los problemas. Todo me sirvió, nada es bueno ni malo.

Al principio, crees que ese sueño hecho realidad era suficiente para decir que alcanzaste una meta más: “Sí, luchaste y ganaste”. Y me di cuenta, ya que trabajar en radio, lo que más quería siempre, se volvió mi infierno y a la vez mi amado lugar para olvidar la vida normal y problemática. Y el lunes pasado, cuando me lo quitaron, odié tanto y obvio, era impotente.

Ese día, después de las doce, noté la gravedad del asunto. Todos gastamos energías tanto en la producción como en preocuparnos por nuestro puesto. “Espero que el cambio sea para bien”, me decían. Yo simplemente escuchaba.

Sí, fue injusto, irrespetuoso, no profesional, nada ético. Botaron prácticamente a todos en la radio. A mí nadie me llamó, ni siquiera el dueño, para decirme: “Estás fuera. Out. Ya no más aquí. Recoge tus cosas. Never again”. No, nada. En cambio, los rumores, los chismes y las noticias se paseaban por celular entre colegas: “Cerraron el departamento de marketing, ya sacaron al jefe de producción”. Hasta en la noche no podía hacer algún plan a futuro porque desconocía si mañana había programa: “Ivoncita, ni te preocupes en ir, levantaron casi todos los programas”.

Qué mala leche, como diría mi amigo el español. Fue un baldazo de agua fría. Qué es esto, así es el trabajo, qué decepción. Tanto profesionalismo y ética que enseñan y nos meten en la cabeza: el hombre triunfa con la moral. Mentiras, el hombre ni siquiera se preocupa en triunfar, se preocupa en tener más dinero.

Los que se quedaron en la radio tal vez están acomodados, algunos no pueden irse ya que tienen hijos que mantener, otros, deudas por pagar - y espero que sean deudas coherentes y no de autos de lujo comprados solo por vanidad, pero, qué ingenua soy -.

Y para darme ánimos, la solución es que todavía soy joven: “¿Tú tienes hijos acaso?, ¿familia por mantener?”, me preguntaban. No la tengo, es cierto, pero puedo decir que mis problemas no se minimizan ante los suyos, tampoco el cambio me es diferente. Yo también tengo problemas, tengo deudas y ayudo a mi familia económicamente, ¿qué? acaso no se nota. Es que ustedes no saben cómo es mi vida.

Y ante todo esto provocado por mi despido inminente de la radio y mi piconería desmedida, lo mejor es que he vuelto a las andadas, a las historias de un mapache y eso nadie me quita de la noche a la mañana.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LOS MÁS ODIADOS

« ¡Señora, señora! ¿Qué le parece que hayan destrozado su carro? ». Respuesta: «Me parece una maldita pen***jada, pe**a, ¿no te das cuenta?, estoy jo**da».

«Dime, ¿estás bien?, ¿por qué querías matarte? ¡Señorita, no se vaya, conteste la pregunta! ».

«Haber papito, dime, ¿cómo te violó?, ¿él qué te decía?, ¿dónde te tocaba?, ¿cuántas veces lo hacía?, ¿tu mamá lo sabía? ».

Tal vez es su trabajo y seguro en su imaginación les inquieta esa competencia sobre quién elabora, o escupe, la pregunta más ácida en la historia de las noticias. Supongo que alguno de esos vómitos se convierte en estupideces y otros son simplemente vergonzosos.

Por eso nos odian, porque nuestro trabajo es, como lo dijo mi amiga Katee, incomodar a las personas y mostrar esa cruda realidad.

Somos héroes de un día, y antipáticos por siempre.




sábado, 13 de marzo de 2010

La población económicamente activa

La PEA es una de las pocas cosas que recuerdo del colegio y debe ser porque me parece curioso como denominan al grupo de personas que trabajan, obvio, no se debe contar a los que alquilan sus casas, algo así me explicó mi profesor de Economía. En fin, si me equivoco, me corrigen, por favor.

A la PEA pertenezco yo. Soy miembro de un club muy aburrido y decepcionante: el trabajo como lo pintan en la carrera no es más que un inicio de torturas, que incluyen soportar a los divos sabiondos y tolerar ideas descabelladas que te hacen dudar si estos fulanos también estudiaron en la universidad o en el instituto al igual que tú, porque la ética está ausente.

Ya sé, ya sé, parezco una niña hablando mal de la sociedad, como toda una emo, una joven resentida que acaba de pelearse con sus padres. Pero vamos en serio, decepciona y cuando llegas a la cima supongo que debe ser peor y a la vez gratificante. Lo que trato de decir es que no se estanquen, a veces uno tiende hacerlo y no solo es por el sueldo, también es por miedo a saber si es la oportunidad o es un obstáculo más al cual pasar.

Población económicamente “Activa”: hay muchas personas que conozco que su única labor es renegar, otros agrandar la vanidad, algunos lamer los pies de sus jefes, y pocos que no saben qué hacer. Pero decir “activa”, podría ser muy discutible. Hay gente que se saca la mugre por tener éxito, otros tiene éxito porque les sobra la mugre.




A todos nos ha pasado y esta es mi versión ¿Cuál es la tuya?

domingo, 21 de febrero de 2010

Camarita amorosa

Hace años que no celebraba San Valentín. Es más, creía que era el peor día para verme con mi enamorado. Odiaba besarme y abrazarme y entrar en un ambiente rosa. Seguro era la vergüenza ajena, también los carnavales y obvio que sentarnos en una banquita en el Parque del Amor, chapando entre tanta gente que también se chapaba entre ellos.


Pero, como uno dice “jamás lo haré” y al final lo comete, yo salí el domingo pasado con Juan Pablo. La excusa, simplemente por orgullo para no decir que lo hacíamos porque nos morimos de amor, fue disfrazarlo organizando de una jornada periodística: él llevó su cámara para registrar momentos típicos del día de San Valentín y yo, con mi vestido floreado para la ocasión, lo apoyaba.


Antes que nada, y por ser verano y porque a Juan Pablo no le gusta mucho el pescado crudo, fuimos a comer un combo marino en un restauran que se esconde en la avenida Javier Prado: leche de tigre, conchas, chilcano, cebiche mixto y una jalea crujiente, todo por trece cincuenta nomás, caserito.


Después de tragar como mostros que cenan a una doncella del bosque perdido, iniciamos una caminata genial por la playa. Me sentía en Lomas de Lachay o en Marcahuasi antes de llegar al punto para acampar. La brisa era fuerte, el sol ya se escondía aburrido del día, y los dos nos reíamos de las ocurrencias que escuchábamos de la gente como: “Qué rico”, un chico miraba el trasero de su amiga, ella voltea al escuchar la frase. “Qué rica la raspadilla”.


Al llegar a Larcomar, buscamos solapadamente a esos vendedores insistentes que rompen la armonía del amor con sus malditas flores rojas, podridas y apestosas. Lo primero que vimos fue a una niña de aproximadamente seis diminutos años, ofreciendo peluches en forma de flores y con el discurso más novelero: “Cómprale una flor a la reina, para el amor de tu vida, ella se merece mucho más”. “¿Quién te enseñó eso?”, le pregunto. “Nadies”.


Y mientras una señora se queja porque en su barrio en Miraflores hay mucha gente extraña, los dos seguimos buscando a esa vieja que se hace la víctima para que le compres un chocolate Princesa. Y por fin, paseando un rato, se acerca una señora con rosas sintéticas y le ofrece a Juan Pablo. Error, pobre mujer, Juan Pablo sacó de su bolso la cámara y comenzó a perseguirla por medio de Larcomar disparándole las preguntas ácidas que habíamos craneado: “¿Señora, no siente que interrumpe a las parejas? Señora, ¿alguien le ha dicho que es alérgico a las flores?”·


Yo contemplé el show, todas las parejas se rieron, y creo que esa señora, de piconería, les dijo a todos sus colegas qué habíamos hecho, y durante toda la tarde, nadie se nos acercó a ofrecernos una bendita flor, algún peluche o un chocolate. Así que ya saben cuál es la solución para evitar a estos empalagosos vendedores durante los catorce de febrero: lleven una cámara.


Si quiere ver el video de este día, haga clic aquí.