viernes, 2 de julio de 2010

El mismo sabor

Un tío llegó a Perú después de años. Cada vez que nos visita, pienso yo, encuentra algo diferente: “tú has crecido, estás pálido, ¿y tú, quién eres?”.

La última vez que vino, no había un televisor tan grande como para ver bien el mundial - ahora él sí puede apoyar a un equipo con mucha confianza - . Y la comida ¿tendrá el mismo sabor? Y si leyera los periódico, seguro se sorprendería que ahora hasta el pollo a la brasa tiene un día especial.

Le sería incómodo, pero muy incómodo viajar en micro para llegar a mi casa un viernes por la tarde. Para mí, personalmente, el tráfico va empeorando cada año que pasa. Y mi tío estaría extrañado pero un poco feliz por todo el caos que provoca las construcciones del famoso tren eléctrico en la avenida Aviación.

En cambio, si viera un poco de tele no se sentiría un extraterrestre porque la televisión peruana nunca ha cambiado. No celebren, eso es malo.

Las calles siguen siendo las mismas, uno nunca se olvida cómo llegar al Centro de Lima, todavía sigue ese puesto de chicharrones en el mercado San Antonio y la Inca Kola la sigue viendo amarilla. Y es raro, el dejo no le ha marcado tanto, tanto, tanto… pero si ya dejó de “cantar” como nosotros al hablar normalmente.

Cuando vi a mi tío sentí nostalgia. Yo nunca he estado fuera de Perú por mucho tiempo, pero acordándome todo lo que hay y todo lo que me permite hacer - lamentablemente se permite hacer muchas injusticias pero, por favor, obviemos la piratería para no quedar mal, aunque la piratería cultural es un pecado perdonable, aunque es un tema muy delicado - sentí que me gusta mucho el Perú y eso que solo vivo en Lima.



¡Que mueran los asesinos de la ilusión!

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