jueves, 22 de julio de 2010

Historias pasadas (I)

Esta es una recopilación de las historias que me sucedieron durante el mes de Julio por que hasta ahora, y en este momento, si que es nadie me descubre en la computadora, las puedo escribir y publicar.

El viernes de la batida

Me escapé de la reunión de guión en la universidad porque hay nuevos integrantes, nueva historia, todo para rehacer de nuevo y eso me aburrió. En verdad me frustró ver la cara de uno de los chicos del grupo, una sin personalidad.

Había quedado con mi amiga para ir a una presentación en el Cultural de España pero como llegué tarde gracias al tráfico – ahora toda culpa por la impuntualidad de los peruanos se debe al tráfico – no pude ni disfrutar el último tema del grupo, ellos ya estaban desarmando el equipo y la masa de jóvenes, y quienes pretenden ser jóvenes, se iba dispersando. Me encontré con mi amiga y sus amigos. Decidimos caminar hasta el Averno: “¿Caminando?”, “Claro, caminando”, contesté.

Los amigos de mi amiga decían que el Averno estaba lleno y que cobrarían entrada. Entonces, como un rebaño de ovejas, nos sentamos por una callecita entre casonas antiguas y ambulantes vendiendo galletitas y cigarros. Todo estaba tranquilo hasta que llegó otro tipo, pepeadaso: “Oh, no”, decía mi amiga con una expresión de personaje de historieta. Este tipo estaba acompañado por una chica – su trampa – y hablaba estupideces que me daba mucha pena, incluso me hacía recordar cómo alguien tan viejo – y eso parecía, pues – puede ser tan ridículo más que uno mismo y sientes esa gran vergüenza ajena.

Sin embargo, si no fuera por el Pepeado – así nomás lo recuerdo – quien alzó sus manos, las llevó a su cara y dijo: “No, la batida”, las demás ovejitas no se hubieran levantado y comenzarían a escaparse como venados perseguidos por muchos leones hambrientos de moral: la policía. “Corre, corre”, aconsejaban ellos, pero, cómo muchas veces mi papá me habría dicho: “no hagas caso a cualquier tipo que se te cruce en el camino”, yo me levanté y caminaba de lo más calmada junto a otra chica más. Seguí caminando y caminando y un policía con su moto pasó por mi lado, por un momento pensé: “No, no creo…”, y no fue así, ya que paró al lado de un chico del grupo y se lo llevó.

El hermano del chico que se lo llevaron estaba muy preocupado – obvio, es su hermano – y lo acompañamos donde estaba el grupo de policías y la camioneta con las víctimas. “En serio, es mi hermano, yo se lo puedo comprobar, estudia teatro…”, “Ya, hijito, entonces también suban y acompáñenlo…”, “¿Suban y acompáñenlo?”, esa policía nos estaba metiendo a todos en el mismo costal, por qué tendría que ir yo, no vale. El hermano sí fue, el resto se quedó y mientras se alejaba la camioneta rumbo a la comisaría, el hermano decía: “En el Averno, nos encontramos en el Averno”. Fue una escena de ciencia ficción, me hizo acordar a la Guerra de los mundos.

Yo me fui a tomar mi carro, mi amiga estaba con su chico en otro mundo y la batida malogró la reunión. Y se preguntarán que fue del Pepeado, pues no, nunca lo agarraron, ni bien vio a los policías en la esquina, corrió como el ridículo que es.




No hay comentarios: