viernes, 19 de junio de 2009

¡A mí también me encanta la chicha!

El viaje interprovincial, que se da entre distritos muy, pero muy lejanos; en este caso, desde la universidad hasta la casa de Roso, en San Juan de Lurigancho, era tedioso y un poco incómodo.

Mientras Leo recuperaba sus horas de sueño que le quita el trabajo, Roso y yo conversábamos del colegio, de las pres, de los ex, de las chicas y cantábamos “Cervecero”.

Unas cuadras antes de llegar a nuestro paradero, subió una chica desgreñada: cabello sucio, buzo desgastado, rostro sin lavar y uñas carcomidas. Saludó al chofer y al cobrador y entre ellos se reían de lo que conversaban.

En cuanto a nosotros tres, estábamos estirando las piernas antes de pararnos y bajarnos del carro. Nos dirigimos hasta la puerta, donde el cobrador seguía conversando con la chica desgreñada.

A mí no me gusta la chicha - decía la jovencita, segura de su aclaración.

¿No?, qué te crees… ¿de San Borja? - el cobrador lo estableció como una teoría universal.

Yo bajé del carro decepcionada, discriminada, excluida de un mundo el cual me gustaba mucho. Y para convencerme que nada era cierto, le dije a mi amiga: “Roso, a mí encanta la chicha, tú lo sabes”.

Y no sólo la chicha es buena, también lo es Inyectores.



jueves, 11 de junio de 2009

Días negros

¿Cuántas veces sientes que todo se derrumba?

Yo lo he pasado casi dos semanas. Algunos creerán que es una telenovela mexicana donde la mujer lucha por su felicidad. Tonterías, es la vida real, como lo nombraba algún reality show.

Alucinen que nos vimos obligados a llevar un CPU desde San Juan de Lurigancho hasta Surquillo. Imagínense no almorzar a la hora correcta por tres días consecutivos y llenarme la boca de cerealbar – mono: verde, verde… silencio, verde… - y olvidarme que tenía que ordenar mi cuarto. Qué tragedia.

Y de lo apurados que estábamos por presentar el trabajo a tiempo, nos topamos con un taxista que conducía como las combis asesinas. Era una película de policías persiguiendo a los ladrones en una gran ciudad del mundo.

Felizmente, el cerro de preocupaciones se ha ido cayendo: terminó con un examen que supongo aprobaré con las justas y mi cuerpo en stand by.

Y mientras todo esto sucedía, escuchaba Babasónicos a la medianoche.