jueves, 13 de noviembre de 2008

Todos discuten

Caso 1:

Mi grupo y yo llegamos rápido a la avenida Arequipa y subimos al primer carro –en verdad fue el segundo- para ir de frente a la universidad: faltaba una hora para que comenzara la clase de Taller de sonido. A pesar de no haber almorzado bien, nos sentíamos satisfechos y emocionados porque al fin terminábamos el radiodrama. En eso, nos dimos cuenta que una discusión había comenzado:

–No señor, no voy a hablar con usted, no…-decía una chica enorme, blanca, con un piercing en la ceja izquierda y una gorra negra y pequeña encima de su cabello despeinado.

–¡Calla gorda, malcriada encima! –renegaba un padre que cargaba a su hijo casi dormido.

–¡Gorda grasienta! -intervino la esposa de rostro demacrado y pelo teñido.

Según lo que entendíamos, el hombre había cerrado la ventana del asiento de la joven sin pedir permiso. La muchacha, que no era nada pasiva, había abierto dicha ventana de nuevo. El padre reclamaba que cerrara la ventana porque su hijo estaba enfermo y el aire le haría daño.

–Por favor. Mira, adelante hay otros asientos, cierra la ventana porque a mi hijo le hace daño, por favor, te estoy pidiendo por favor -trató de llegar a un acuerdo el señor.

–Señor, ¿pero me va a dejar hablar? No me va dejar hablar –la joven se puso de nuevo sus audífonos–. ¡Entonces no hablo con usted!

El señor dejó a su hijo con la madre. Se levantó. Agarró el sombrerito curioso de la chica y lo botó por la ventana para luego cerrarla bruscamente.

Los pasajeros comienzan a gritar, tratando de detener a los contrincantes. El cobrador corrió por el sombrero que fue víctima de la discusión que pasó a ser una pelea injusta:

–Gorda de mier… –el señor iracundo la cogió del cuello.

–¡Suélteme, qué le pasa! –desconcertada, la muchacha comienza a defenderse mordiendo el brazo del furioso padre.

El chofer seguía manejando y el cobrador no volteaba para poner orden aunque sea con su mirada.

–¡Señor, suéltela! –Juan Pablo, mi enamorado, se levantó a separar a la joven rebelde y al señor descontrolado.

Yo, desde una esquina, temía que los dos cuerpos que luchaban se vinieran encima de mí. En tanto, el niño enfermo se despertó asustado.

–¡Qué ejemplo le da usted a su hijo! –decía mi amiga al otro lado del carro.

Al fin se soltaron y la muchacha se fue a un asiento más adelante.

–¿Así pide usted por favor? ¡Qué bonito! –le dije indignada al padre de familia y este se quedó callado.

Después de media hora, cuando ya se había calmado el ambiente dentro del ómnibus, le comenté a mi amiga: «Esto está bueno para escribir». «», coincidió en mi opinión.

Caso 2:

Saliendo de la universidad, mi enamorado Juan Pablo y yo caminábamos felices y tranquilos, hasta que…

–Amiguita, yo no soy de la calle, por favor… –se defendía una mujer gorda sentada en la vereda.

–Sí, pero yo he estado viéndote –le reclamaba una señora del negocio de llamadas por celular.

–Yo he venido acá, estoy tranquila… –insistía la mujer gorda.

Alejándonos, mi enamorado me pregunta: « ¿Por qué todo el mundo se pelea? ».

Nuestras conversaciones a veces llegan a hacer ilógicas y respondo como de costumbre:

–Porque se acerca navidad

–¿Navidad?

–Sí. La gente aprovecha para revalorar algunas cosas, como discutir.

Caso 3:

Diez y media de la noche. Dirigiéndome a mi casa en una combi que va por toda la avenida Angamos. Atrás un tipo en terno hablando por celular:

–¡Estoy harto que me hables de la otra, la otra, la otra… estoy harto!

Silencio y continúa discutiendo:

–Cómo te sentirías si yo estuviera todos los días diciéndote así… ¡Pero a mí sí! Bueno, amor, tenemos que hablar…

Llego a mi paradero y bajo.

Las personas tenemos días diferentes: unos alegres, otros tristes, algunos angustiantes. A veces, nuestros días coinciden y por eso veo seguido situaciones tensas, como que todo el mundo discute. O seguro tengo razón y es porque ya se acerca navidad.








3 comentarios:

Dylan Forrester dijo...

Hola!
Comentando tu post. Quizá la gente se pelea más que antes, porque a diferencia de otros tiempos y de algún extraño modo, la maldad se ha ido multiplicando más. Con esto no quiero decir que nunca haya existido, pero no a niveles actuales. Sólo basta ver algunas estadísticas, los titulares de los periodicos de todos los días,etc.
Y es como para ponerse a pensar en qué nos está pasando?, muy apesar de tanta modernidad y tantos avances en tecnología y ciencia, en lo moral nos hemos ido degradando más como personas. Culpables? quizá el stress, la polución, el costo de vida, el ego-consumismo, el desencanto y desazón rutinaria, las crisis familiares, etc.
Un tema polémico, por cierto.
Interesante blog.

Saludos...

Saludos...

Charles Rodríguez dijo...

La enfermedad de moda se llama stress :S tal vez sea la causante de tantas tensiones, roces, y confrontaciones en este planeta. Si tan solo la gente fuera más propensa al diálogo, si el ritmo se vida no fuera tan acelerado...tal vez nos falta (sí, me incluyo) ser más tolerantes. Y desintoxicarnos, de tanto en cuando, de Lima, la grisacea y enrejada ciudad de los reyes, y de los quispes, y de los schmitts XD...

Charles Rodríguez dijo...

No concuerdo con Jorge Ampuero... eso de que la maldad se ha ido multiplicando...
Si nos remontamos, en Roma habían orgías, fiestas dionisiacas, las perversiones eran mayores, ahora la sociedad reprime esas pulsaciones...En Roma misma, en los coliseos organizaban matanzas, rios de sangre corrían luego de las peleas entre gladiadores...En la edad media, las santa inquisicion hizo lo suyo, en la 2da guerra mundial murieron millones de personas en los campos de concentración, etc, asi que eso de que la maldad se ha multiplicado no me cuadra, ojala no salga con que se viene el Mesías, y que el fin del mundo esta cerca, porque desde hace años me tienen harto con sus teorias profeticas, y que Nostradamus dijo esto, la Biblia dijo aquello, el chamán de la esquina dijo lo otro, etc... SALUDOS :D