jueves, 25 de septiembre de 2008

Recuerdos rebeldes, libres y literarios

Este es un trabajo que hice para mi curso de "Interpretación de textos literarios" sobre la exposicion de la vida de Mario Vargas Llosa. Estaba esperando que me devolvieran el trabajo revisado. Ahora sí puedo publicarlo.

-No conozco la galería O´Higgins – respondieron dos serenos en el Jirón de la Unión. Nadie podía dar información sobre el sitio. Por el contrario, aunque no hayan leído alguna novela suya, todos conocemos a Mario Vargas Llosa.
“La libertad y la vida” es el título que intenta abarcar, alcanzando mérito, todo el legado de un ex alumno del Leoncio Prado. El texto de bienvenida a esta exposición, por Alonso Cueto, termina con la frase “la capacidad de rebeldía del ser humano”, que se traslada a las hojas esparcidas en el suelo y se reúnen en un escritorio forrado de cartas personales y párrafos de alguna de las historias de Mario Vargas Llosa. Sobre este mueble, descansa una máquina de escribir.
Alrededor de la primera sala, hay una línea de tiempo dibujada en las paredes, donde se recopila fotos familiares, las mismas que se ven en los televisores plasmas y no armonizan con el pasado del autor. Mientras tanto, la exhibición de revistas infantiles, noticias sobre el estreno de “La huida del inca” y diplomas de su colegio, motivan a reconstruir una historia no contada por Mario Vargas Llosa en sus novelas.
Luego de esta introducción, el personaje homenajeado se expande en todo la casa. Cada sala explica una idea principal en la vida del escritor. Un cuarto oscuro donde la luz entra por una ventana circular alberga a un hipopótamo de cerámica, el animal favorito del escritor. Erotismo y placer se reflejan en la expresión de este adorno singular. Y detrás, aunque hasta ahora no encuentro explicación de su existencia, varios libros de diversos temas: economía, química, política, entre otros.
Lo impresionante en el primer piso de la galería, es la inmensa pared llena totalmente de las tapas de sus libros en diferentes idiomas; la imagen de la portada japonesa es al estilo manga, muy extraña. Siguiendo esta ruta, hay una sala que explica la admiración de Mario Vargas Llosa por otros autores. Es curioso observar los comentarios y críticas que hace en la última página de cada obra leída y poner una calificación. Descifrar qué quiso escribir ya es una intención de conocer más sobre él.
Fotos ampliadas con amigos, escritores famosos, esos tiempos en que se sentaba al lado Gabriel García Márquez. Todas advierten que aún sigue la aventura. El segundo piso abandona la biografía del autor y se centra en las inspiraciones de éste: las historias y su trabajo. Comienza con más fotos con su familia, amigos y viajes por el mundo.
En la entrada de una sala rectangular, en el suelo comienza una línea de tiempo sobre sus obras. Hay jóvenes que apuntan algunos títulos de sus novelas: esta galería supo fusionar la información con el arte. A los lados, libros gigantes y soportes de color rojo cálido explican sobre personajes polémicos y lugares de escenarios memorables.
La selva, situada en un cuarto pequeño y verde, responde al nacimiento de algunas tramas. La película “Pantaleón y las visitadoras”, por ejemplo, recordada en fotografías junto a las de Mario Vargas Llosa paseando por el rio. Al centro, una vivienda típica y el solitario sonido de pájaros y del río transforman el entorno en un misterioso y alejado mundo.
Al frente, está una habitación dividida en dos ambientes con temáticas a veces muy íntimas: la política y el periodismo. Acá se deja entender el lado realista del escritor, cómo se mantenía durante su juventud y la lucha por un cambio. En el patio del segundo piso, se construyó el bar “La catedral”, dedicado a la novela “Conversación en la Catedral”. Los comentarios abundan en las paredes del museo, uno puede quedarse un día entero leyendo detenidamente lo que se cuenta sobre Mario Vargas Llosa, incluso hay una sala especial dedicada a las películas basadas en sus novelas. Pero no solo sus obras han quedado en el papel y algunas han sido vistas en el cine. También se le recuerda por su trabajo en el teatro.
Son las últimas salas. Fotos antiguas en la pared, entradas de muchas funciones y afiches publicitarios. El guión de “La huida del inca”, y un video proyectado en el suelo de una entrevista al autor de “Al pie del Támesis”. Otra, trata sobre un trabajo junto al pintor peruano Fernando de Szyszlo. Cuelgan en medio los dibujos del artista y los poemas del escritor.
Si este recorrido lo hace en el orden que se ha descrito, que esperemos sea el correcto, la sala que concluye la exposición es sencilla. Solo una gran foto de un tierno Mario Vargas Llosa viendo a una bebé y debajo de ellos, en el piso de la habitación blanca, un comentario final y reflexivo de él, entendiendo que también es un hombre lleno de dudas fuera del gran y exitoso escritor que relata el museo: “… se sabrá lo que valen mis libros cuando ya no estemos aquí”.
Este homenaje no se limitó en documentos antiguos y fotos familiares. Le dio un toque artístico, acercándose algunas veces a lo abstracto y otras a lo intencional, mostrando sus novelas en cada frase y escenografía trabajada. Más que ver una galería, el homenaje a Mario Vargas Llosa refleja una representación de la evolución de su pensamiento.


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