viernes, 29 de mayo de 2009

La libertad en la ciudad


Hace mucho tiempo, cuando paseaba por el Centro de Lima, con el sol inmenso sobre las cabezas urbanas, ocurrió esto:

¡Cómo no tengo una cámara! , mi hermano se lamentaba.; según él, podría haber tomado unas fotos y venderlas a la revista Somos, que en esa época era una revista chévere.

Mi hermano y yo estábamos a unos tres metros de la pileta de la plaza. Caminábamos lentamente y contemplábamos a una señora. Ella tenía puesto un sombrero de paja abrigadora, faldas verdes y rosadas, blusa y chompa; era una mujer redonda, mestiza y de ojos risueños.

La señora tenía el pecho descubierto y con su mano robusta, sacaba agua para refrescar su cuerpo. Ella se lavaba tranquilamente, mientras que los padres alejaban a los niños de esa mujer, y algunos jóvenes la señalaban y reían.

A mí me encantaba esa mujer. Quisiera yo también refrescarme en cualquier lado de la ciudad sin que me importara lo que diga la gente. Quisiera recuperar esa libertad natural que tenemos al nacer, cuando odiamos la ropa y preferimos correr calatos por la sala de nuestra casa.

*Han pasado algunos minutos desde que terminé de escribir esto. Ahora dudo si quiero estar desnuda y correr por la sala.



1 comentario:

Juan Pablo Bustamante dijo...

Algo así como cuando uno no tenía vergüenza cuando te tomaban esas fotos calato en la balanza junto a tu pediatra o en la tina del baño jugando con un barquito que extrañas... Algo así...