jueves, 20 de agosto de 2009

Vicio de vacaciones

Desde que terminó mi ciclo en la universidad, he sentido un relajante descanso, fuera de las responsabilidades que me atan.

Lo malo de esto es que subí de peso, claro, no solo celebré fiestas patrias, también estuvo la gran reunión por el cumpleaños de mi abuelita: la más más de la familia.

Desde hoy, justo hoy, comencé a hacer ejercicios. Es matador, pero igual lo hago. Aparte, ya me matriculé en la universidad y pronto la rutina caerá encima de mis noches de sueño.

Y, mientras todo esto ocurre, surge mi vicio como siempre, ahora que tengo Facebook, he descubierto varios juegos como Crazy combi, Waka waka y lo último: Pet society.

Es increíble cómo estos estúpidos y sencillitos juegos online pueden consumir hasta todo un día de mi descanso, que, por cierto, ya está por terminar.

PD: Tampoco me preocupa mucho dormir hasta “las once de la madrugada”.

Felices vacaciones.




martes, 11 de agosto de 2009

Inspirado en James Bond


La chica bonita, de tez blanca y suave, caderas definidas, busto inocente y la juventud altiva en su mirada, dejaba su asiento y se dirigía a la puerta del autobús.

El cobrador, de etílicos ojos vacíos, la miraba de pies a cabeza: «hermosa, hermosísima», dijo cuando la joven bajó de la combi.

Y como esas cosas pasan, la puerta del carro se atascó, un tornillito se salió.

«Mierda, mierda, espera, mierda», el cobrador trataba de jalar la oxidada puerta pero ésta no hacía caso.

«Nos quedamos encerrados…», pensaba al contemplar la burrada que sucedía.

« ¡Mierda! », el cobrador se desesperaba, los futuros pasajeros en el paradero se cansaron y voltearon la mirada hacia otra combi.

El chofer, otro tipo mañoso, estacionó el carro, se sacó el cinturón de seguridad bamba, salió de su asiento, apartó al cobrador de la entrada obstruida, midió rápidamente la fuerza que debía ejercer ante tal problema y… ¡Pam! arremetió una patada a la puerta, que volvió a su lugar, y el tornillo caprichoso que se había atracado cedió.

La puerta quedó como nueva, se deslizaba elegantemente, el cobrador la abría y cerraba como si fuera la primera vez que se conocían.

«Demasiado James Bond en la televisión», dije en voz baja antes de quedarme dormida.